Repensando los espacios penitenciarios: Perspectivas desde la geografía carcelaria

Entrevista

Dominique Moran 

Profesora de Geografía Carcelaria en la Escuela de Geografía, Ciencias de la Tierra y Ambientales de la Universidad de Birmingham 

La profesora Dominique Moran, destacada experta en geografía carcelaria en la Universidad de Birmingham, ofrece valiosas perspectivas sobre cómo el diseño de las prisiones influye en la experiencia tanto de las personas privadas de libertad como del personal penitenciario. En esta entrevista, analiza los desafíos de las infraestructuras penitenciarias obsoletas, el papel de la investigación en la mejora de los entornos carcelarios y el potencial de los principios de diseño
innovadores para favorecer la rehabilitación.

Desde su perspectiva basada en la evidencia científica, ¿cuáles cree que son los retos de operar en infraestructuras penitenciarias obsoletas y de qué manera afectan a la vida cotidiana de los reclusos y de los trabajadores?

DM: El reto fundamental es que las prisiones existentes –en términos de diseño, ubicación y funcionamiento– reflejan irremediablemente las prioridades e imperativos de los sistemas penitenciarios del pasado. Con unos plazos de construcción tan dilatados, incluso las prisiones más recientes pueden representar ideas ya “viejas” al respecto de “para qué” existe la prisión y lo que queremos que ésta “haga”. 

Así pues, estamos siempre intentando ofrecer la versión actual del encarcelamiento en instalaciones que se construyeron con la mente puesta en una versión diferente, y en muchos sistemas penitenciarios, con una variedad de edades y estilos de edificios, tenemos diferentes grados de “desajuste” entre esas ideas viejas y nuevas. Por supuesto, a veces volvemos a las “viejas” formas de hacer las cosas. 

Como los edificios moldean los comportamientos, tendemos a construir una y otra vez prisiones con diseños que sabemos que "funcionan", en el sentido de que nuestros modelos de dotación de personal se han desarrollado dentro de ellos. Si pensamos en el coste de las nuevas construcciones, podría parecer arriesgado apartarse demasiado de lo que ya conocemos.

Las infraestructuras penitenciarias se quedan irremediablemente anticuadas. A medida que va variando y mejorando el nivel de vida fuera de las prisiones, las cárceles no siempre consiguen mantener ese ritmo, por lo que muchas veces se plantean problemas de costes de renovación y de
priorización de las condiciones de vida de las personas encarceladas cuando los presupuestos públicos son ajustados. Esto es especialmente cierto cuando se ve lo difícil que resulta demostrar la relación entre la naturaleza de los entornos penitenciarios y el tipo de resultados que se obtienen en estos edificios.

En un reciente proyecto de investigación sobre las prisiones de la época victoriana en el Reino Unido (realizado con Matt Houlbrook, Yvonne Jewkes y Jennifer Turner), descubrimos que estos antiguos edificios han seguido funcionando en parte porque su construcción era muy sólida. Pero hoy en día, la robustez de su construcción –con muros de ladrillo muy gruesos, por ejemplo– plantea dificultades para la instalación de saneamiento y tecnología en las celdas. Su ubicación en los centros urbanos –una auténtica ventaja para poder mantener el contacto con la familia – a menudo limita las posibilidades de
ampliar los talleres o la oferta educativa. 

Sin embargo, en el caso de las prisiones británicas de la época victoriana, el verdadero reto es el hacinamiento, que agrava todos los demás inconvenientes de estos edificios y que genera un marcado contraste entre la experiencia de encarcelamiento en una prisión antigua y en una nueva. Con todo, podemos encontrar aspectos positivos en el diseño de los edificios de la época victoriana. El personal que trabaja en ellas suele apreciar la claridad de las líneas de visión del diseño radial con galerías, lo que significa que tanto ellos como los reclusos pueden sentirse más seguros que en prisiones con alojamientos menos “visibles”.

La carencia relativa de oficinas para el personal se traduce también en que los funcionarios de prisiones estén inevitablemente “en las alas” y en contacto con los reclusos, lo que significa que muchas veces conozcan muy bien los problemas a los que se enfrentan y que estén bien situados para proporcionarles apoyo. En el Reino Unido, las prisiones de la época victoriana funcionan normalmente como prisiones
“locales”, lo que significa que acogen tanto a personas en espera de juicio o sentencia como a personas que cumplen condenas cortas o que llegan al final de condenas más largas. 

En este entorno, los nuevos funcionarios se familiarizan rápidamente con la mayoría de las cosas que pueden ocurrir durante una condena y, para muchos, esta experiencia actúa como una especie de método “rápido” de formación eficaz. Son muchas las personas encarceladas que aprecian también la confianza y la experiencia del personal que se ha formado en este entorno.

Los retos persistentes de estos entornos son, por un lado, muy tangibles: los alojamientos anticuados y el escaso margen de mejora. Pero también son intangibles: en nuestro proyecto aprendimos mucho sobre la latencia de la prisión victoriana, es decir, sobre cómo su persistencia continúa influyendo en el
sistema penitenciario actual y futuro.

Considerando estos retos, ¿qué principios y prácticas de eficacia probada en materia de diseño penitenciario pueden aplicarse en las infraestructuras modernas para poder crear entornos que apoyen mejor la rehabilitación? ¿Y qué es lo que se puede hacer dentro de las limitaciones de las instalaciones más antiguas?

DM: Probablemente, la característica de la finca de la época victoriana británica más apreciada por los trabajadores es la visibilidad de las alas radiales: la posibilidad de ver lo que ocurre tanto a lo largo de las alas como arriba y abajo de los rellanos de las galerías.

Sin embargo, los estudios contemporáneos sobre el diseño de las prisiones y el bienestar de las personas encarceladas, así como del personal penitenciario, han demostrado beneficios clave de ciertas características de diseño que las prisiones de la época victoriana tienden a no presentar. Por ejemplo, ahora sabemos que cuanto más espacio verde tiene una prisión, menor es el número de episodios de autolesiones, violencia y absentismo por enfermedad del personal (incluso cuando controlamos aspectos como el tamaño de las instalaciones, el nivel de seguridad, la edad y el sexo de la población, el nivel de hacinamiento, la situación de no condenado/sentenciado, etc.). 

Muy probablemente también, los resultados de estudios más amplios sobre los beneficios de la luz natural (para mantener los ritmos circadianos y favorecer el sueño) y la atenuación del ruido pueden aplicarse a las prisiones. Podemos observar que, cuando que los arquitectos de prisiones aplican estos resultados de la investigación, las prisiones parecen bien diferentes. 

En un viaje que hice recientemente para visitar nuevas prisiones en el estado australiano de Victoria, tuve el privilegio de ver algunos de los trabajos del estudio de arquitectura Guymer Bailey, que lleva procurando sistemáticamente los últimos resultados de los estudios de investigación y que ha trabajado duro para ponerlos en práctica. 

En cuanto a lo que puede hacerse mejor dentro de las limitaciones de las instalaciones más antiguas, para mí se trata realmente de apreciar los límites de lo que es posible o factible dentro de nuestras limitaciones presupuestarias y de las realidades materiales de algunos de nuestros edificios más antiguos y que entrañan la mayor dificultad.

Debemos ofrecer un alojamiento seguro, limpio y humano, y debemos limitar la necesidad de compartir las celdas. Y reconozco que este último punto es más amplio y tiene que ver con la política de condenas y la finalidad general de las prisiones.

DM: La forma en que se utilizan estos edificios es fundamental. Por ejemplo, en un reciente informe político de nuestro proyecto sobre las prisiones victorianas, abogamos por que se considere una reutilización parcial de algunos de estos edificios. Una forma de reducir el impacto que tienen sus condiciones de vida de baja calidad es limitar la cantidad de tiempo que se pasa en ellos; por ejemplo, desplegando partes de algunas prisiones de la era victoriana en el recinto de categoría D “abierto”, donde los presos pasan parte del día fuera de la prisión para prepararse para su puesta en libertad. 

Este despliegue de la zona victoriana maximizaría los beneficios de una ubicación urbana que ofrece algunas de las oportunidades de actividad útil que no pueden proporcionarse dentro de las propias prisiones, y reduciría también la probabilidad de tener que compartir celda, mejorando además el acceso al alojamiento en talleres para las personas que continúen recluidas en régimen “cerrado”. 

De cara al futuro, ¿cuáles son los ámbitos clave en los que podrían contribuir más eficazmente la investigación y las nuevas innovaciones en infraestructuras penitenciarias a la hora de promover la evolución de los centros penitenciarios?

DM: Hay mucho potencial en este campo y, desde mi punto de vista, lo fundamental es estrechar el diálogo entre los investigadores y las personas que pueden aprovecharse de su trabajo, es decir,
los responsables políticos, los profesionales de la construcción y los encargados de las prisiones. Resulta imperativo que los investigadores comprendan los problemas prácticos que presenta el diseño de prisiones. En este sentido, el trabajo colaborativo puede ser extremamente eficaz. 

En mi opinión, una de las áreas clave que puede servir para seguir avanzando es afinar nuestra comprensión de la forma en que los entornos penitenciarios influyen en el bienestar. Sabemos que existe una relación, pero determinar exactamente cuáles son las características del entorno construido que favorecen el bienestar, y de qué manera, es algo en lo que todavía podemos trabajar. Sabemos que los espacios verdes de las prisiones favorecen el bienestar pero, por ejemplo, en mi trabajo trato de entender mejor la exposición óptima a los espacios verdes, para formular recomendaciones sobre la cantidad de espacios verdes que es necesario ver desde las ventanas de las celdas.

Otro aspecto clave es traducir los resultados de la investigación en información que pueda ser utilizada. Para ello es esencial la colaboración. Actualmente trabajo con la arquitecta paisajista Emma Widdop y el ecologista urbano Jonathan Sadler, en colaboración con el Ministerio de Justicia británico y Kier Build,
en la elaboración de una guía de diseño de espacios verdes seguros y biodiversos en las prisiones. 

La intención es que este documento traduzca la evidencia científica en una forma que pueda utilizarse directamente en el diseño de nuevas prisiones y, potencialmente, en la readaptación de las más antiguas, para aumentar la huella verde de las prisiones, manteniendo al mismo tiempo la seguridad necesaria.

Los recientes avances en la monitorización de edificios ofrecen también importantes oportunidades para comprender la eficacia del diseño. Tuve la suerte de intervenir en un acto reciente de EuroPris sobre la sostenibilidad en las prisiones, celebrado en York (Reino Unido), donde se debatió de forma fascinante acerca de la tecnología Digital Twinning, que utiliza modelos virtuales de prisiones para optimizar el uso de la energía y reducir las emisiones de carbono, y que tiene el potencial de ofrecer un medio para comprender, con cierto detalle, cómo es el entorno vital de la prisión en términos de métricas como la temperatura, el ruido, etcétera. Por supuesto, esto no puede decirnos todo lo que necesitaríamos saber, pero la tecnología tiene un enorme potencial.

Existen también ámbitos en los que la evidencia científica es escasa, pero la necesidad operativa es significativa, y aquí estoy pensando en los entornos penitenciarios y la neurodiversidad. Sabemos que la neurodiversidad es común en las prisiones más que en la población general– y que las prisiones son probablemente los lugares menos adecuados para las personas que tienen dificultades en contextos ruidosos, ajetreados y estresantes. Podríamos hacer mucho más colectivamente para comprender de qué manera podría favorecer el entorno penitenciario al bienestar de las personas neurodiversas.

Dominique Moran

Profesora de Geografía Carcelaria en la Escuela de Geografía, Ciencias de la Tierra y Ambientales de la Universidad de Birmingham

Dominique Moran, es profesora de Geografía Carcelaria en la Facultad de Geografía, Ciencias de la Tierra y Medio Ambiente de la Universidad de Birmingham (Reino Unido). La profesora Moran ha investigado en prisiones del Reino Unido, Escandinavia y Rusia, y ha asesorado a las administraciones penitenciarias en contextos tan diversos como el Reino Unido, los Países Bajos, Nueva Zelanda y Colombia. Es autora de Carceral Geography (2015) y Palgrave Handbook of Prison Design (2022). Es licenciada y doctora en Geografía por la Universidad de Oxford, miembro de la Real Sociedad Geográfica y de la Sociedad Europea de Criminología y de la Red Mundial de Investigación Penitenciaria. 

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