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Es fácil dar la salud por sentada. Antes de pasar dos semanas trabajando junto a Health through Walls en Maputo, Mozambique, yo también lo hacía. Como alguien que se mudó de Portugal a Toronto y hoy estudia salud global y ciencia política, creía tener una comprensión clara de las disparidades en salud. Sin embargo, nada me preparó para la realidad dentro de las prisiones mozambiqueñas. Estas instituciones, herencias de la era colonial, están deterioradas y superpobladas. Decenas de hombres se formaban en el patio para un tamizaje de salud completo —para muchos, el primero de sus vidas— con la mirada fija en la unidad móvil de rayos X y en el equipo listo para atenderlos. Algunos se mostraban curiosos, otros cautelosos, muchos simplemente cansados, pero todos agradecidos de que alguien se preocupara por su salud. Muchos contaron que nunca habían tenido oportunidades similares fuera de la prisión y que jamás habían sido evaluados al ingresar. En ese momento comprendí: detrás de estos muros, la atención sanitaria no está garantizada. Es una oportunidad escasa y frágil.
Viajé a Maputo para participar en un operativo intensivo de salud de dos semanas con Health through Walls, una organización internacional sin fines de lucro dedicada a atender las necesidades de salud de las poblaciones privadas de libertad en contextos de recursos limitados. Fundada en el principio de que la salud penitenciaria es salud pública, la organización trabaja para reducir la propagación de enfermedades infecciosas, mejorar las condiciones de vida y fortalecer capacidades dentro de los sistemas penitenciarios para asegurar la sostenibilidad. Mi función durante este operativo, realizado en colaboración con el SERNAP (Servicio Nacional Penitenciario) y la Universidad de Emory, consistió en apoyar los tamizajes de enfermedades infecciosas como la tuberculosis (TB) mediante tecnología de inteligencia artificial de Qure.ai.
La intervención empleó radiografía digital de tórax con detección asistida por computadora impulsada por IA (DCXR-CAD) para detectar TB y otras enfermedades pulmonares con rapidez y precisión. El software de Qure.ai podía interpretar radiografías en menos de un minuto, asignar un puntaje de anormalidad para TB y resaltar áreas sospechosas para su revisión. Este enfoque se combinó con tamizaje de síntomas y pruebas confirmatorias GeneXpert.
La disposición operativa seguía un flujo por estaciones, cada una construida sobre la anterior. Primero, el registro: se identificaba a cada persona y se le entregaba un formulario para vincular resultados y asegurar el seguimiento. Las encuestas de ingreso recababan información estructurada sobre edad, lugar de origen, tiempo de permanencia, factores de riesgo para TB, síntomas y tratamientos previos. Luego venía la consejería preprueba seguida de la prueba de VIH y un breve tamizaje de salud mental para identificar necesidades urgentes, como ansiedad y depresión. El núcleo era la radiografía de tórax con triaje mediante IA. Cada imagen se analizaba al instante, generando un puntaje de TB y una radiografía marcada con las zonas sospechosas. Finalmente, una consulta clínica garantizaba que los pacientes fueran atendidos por un médico, quien revisaba los resultados, confirmaba diagnósticos e iniciaba tratamiento o la terapia preventiva de tuberculosis (TPT). En casos de anormalidad, se analizaban muestras de esputo en el lugar con el sistema GeneXpert MTB/RIF Ultra para detectar TB y resistencia a la rifampicina. Los pacientes también recibían orientación sobre afecciones cutáneas, nutrición y cuidados de seguimiento.
Durante esas dos semanas roté por las distintas estaciones: me encargué de registros, realicé encuestas, asistí en el triaje por rayos X y apoyé a los clínicos según fuera necesario. Trabajé junto a médicos, enfermeras, epidemiólogos, técnicos radiólogos, especialistas en datos y co-voluntarios mozambiqueños, quienes mantuvieron el flujo operativo con paciencia y profesionalismo. Hablar portugués fue una ventaja, pues me permitió dialogar con el personal local y con las personas privadas de libertad: explicar, escuchar y traducir cuando hizo falta.
Las condiciones dentro de las prisiones de Mozambique eran difíciles, pese al esfuerzo del personal y de los propios internos. Las celdas estaban gravemente hacinadas. Muchos dormían en pasillos, sobre pisos de concreto, lo que propiciaba sarna (escabiosis) y otras enfermedades de la piel. Las instalaciones de higiene eran rudimentarias. Para impedir el paso de ratas e insectos por los desagües, los internos improvisaban tapones de tela y plástico. Estas condiciones creaban un entorno ideal para la propagación de enfermedades transmisibles.
En los debates de salud global, las prisiones suelen ser espacios olvidados, ocultos a la vista pública y, por ello, fáciles de ignorar. Pero las enfermedades no respetan muros. Las personas privadas de libertad eventualmente regresan a la comunidad, el personal vuelve a sus hogares y los visitantes entran y salen. La salud de quienes están dentro impacta directamente la salud de la población en general.
Una práctica que me resultó especialmente interesante fue la designación de “agentes de salud” en cada bloque. Estos internos llevaban control de medicamentos, fomentaban la higiene y actuaban como educadores pares, apoyando la adhesión al tratamiento y las prácticas básicas de salud. Aunque imperfecta, es una respuesta práctica a la escasez de personal y un testimonio de resiliencia en circunstancias duras.
Mi experiencia puso de relieve cómo mejorar la atención sanitaria en prisión beneficia de manera directa a la sociedad. Un interno me dijo que ese había sido su primer examen de salud integral en años. Muchos compartieron su gratitud por ser tratados como personas merecedoras de cuidado. La tecnología avanzada que utilizamos permitió la detección rápida y el inicio inmediato de planes de tratamiento, reduciendo significativamente posibles brotes. Sin embargo, la tecnología por sí sola no resuelve el abandono sistémico. Se requiere compromiso político, financiamiento adecuado y un cambio en las actitudes sociales. Al reflexionar sobre la experiencia, el imperativo ético se volvió nítido: la salud no es un privilegio, sino un derecho humano universal, independientemente de la condición de privación de libertad. Ver de primera mano cómo Health through Walls trabajó incansablemente para reforzar este derecho fue inspirador.
Los desafíos persisten. Las prisiones en Mozambique operan con recursos limitados, lidiando con el deterioro de la infraestructura y la insuficiencia de personal sanitario. Estas condiciones no solo facilitan la enfermedad; también perpetúan ciclos de sufrimiento y marginación. A escala global, las prisiones actúan como amplificadores de la TB. Datos de la OMS muestran que la incidencia de TB en prisiones puede ser más de diez veces mayor que en la población general; una estadística que nuestra intervención confirmó. El hacinamiento, la ventilación deficiente y la falta de atención aseguran que la enfermedad traspase los muros, poniendo en riesgo a las comunidades. Ignorar la salud penitenciaria es poner en riesgo la salud pública.
Los resultados del operativo demostraron lo que es posible cuando se alinean recursos, tecnología y colaboración. Aun así, sostener estos avances exige más que tecnología. Demanda voluntad política, financiamiento estable y un cambio de percepción. Las personas privadas de libertad deben ser vistas como parte de la comunidad, con derecho a estándares de atención equivalentes. Las Reglas Mandela consagran este principio, pero la salud penitenciaria con demasiada frecuencia sigue siendo descuidada.
Este trabajo nunca se realiza en soledad. Estoy agradecido con el equipo que lideró y me enseñó: Ivan Calder (CEO – Health through Walls); la Dra. Anne Spaulding; el Dr. Amadin Olotu; el Dr. Marc Stern; la Dra. Cremilde Anli; Mário Vicente; Rachel Boehm; Angel Gressel; Andy Leslie; Jane Reich; Betty Colburn; y con los funcionarios del SERNAP y el personal de salud que hicieron posible cada día. Agradezco también a mis anfitriones y amigos, Leonor y Naby Jamal, cuya hospitalidad me mostró la belleza de Mozambique más allá de los muros de la prisión.
Para mí, fue una experiencia aleccionadora. Me fui con una lección clara: invertir en salud penitenciaria rinde dividendos para la salud pública. La labor de Health through Walls en Mozambique muestra lo que es posible y por qué debe continuar. Ningún muro, por más alto que sea, bloquea la responsabilidad compartida que tenemos por la salud de unos y otros.
Como ciudadanos globales, profesionales de la salud y responsables de políticas públicas, debemos reconocer que la salud en las prisiones refleja los valores de nuestras sociedades. Mejorar las condiciones tras las rejas demuestra un compromiso con la dignidad, la equidad y la salud para todos. Los muros carcelarios pueden separar a las personas, pero no contienen la enfermedad. Si queremos comunidades más sanas y seguras, debemos empezar por los lugares que con demasiada frecuencia ignoramos.
La pregunta no es si podemos permitirnos cuidar a quienes están tras las rejas, sino si podemos permitirnos no hacerlo.
Gonçalo Ribeiro das Neves es estudiante de la Universidad de Toronto, donde cursa doble concentración (major) en Ciencia Política y Salud Global. Trabajó con Health through Walls en Mozambique, apoyando tamizaje de tuberculosis impulsado por IA en prisiones y colaborando directamente con el CEO en investigación y redacción de subvenciones. Actualmente es presidente de la Asociación de Estudiantes Portugueses de la Universidad de Toronto, liderando esfuerzos para otorgar becas y mentoría a estudiantes luso-canadienses. Sus pasiones incluyen la equidad en salud, la gobernanza y la construcción comunitaria.
Sobre Health through Walls:
Health through Walls es una organización sin fines de lucro fundada en 2001 por el Dr. John P. May, basada en la convicción de que el acceso a servicios de salud de calidad es un derecho humano fundamental, también para quienes están tras los muros de una prisión. La organización trabaja a nivel mundial —con actuaciones significativas en Haití, República Dominicana, República Democrática del Congo, Jamaica, Malawi, Mozambique, la República Centroafricana y Rumanía— para llevar servicios esenciales y progresivos de salud a entornos correccionales. Desarrolla programas de capacitación para personal penitenciario y de salud, financia misiones clínicas para brindar atención y provee medicamentos y materiales esenciales. Aborda problemáticas urgentes como enfermedades infecciosas y crónicas, en alianza con prisiones, gobiernos, ONG y comunidades, con el fin de construir sistemas de salud sostenibles. Health through Walls reconoce que la salud de las personas en prisión está estrechamente ligada a la salud pública, promoviendo continuidad del cuidado, dignidad y sociedades más saludables.
Para obtener más información, participar o hacer una donación, visite: www.healththroughwalls.org
Contacto: Ivan Calder (CEO) — +1 347 712 0271 | [email protected]