Durante mucho tiempo, los responsables de las administraciones penitenciarias se han preparado para diferentes escenarios de amenazas. Pero esta vez fue diferente. La pandemia de COVID 19 nos ha tomado a todos por sorpresa y nos ha golpeado con fuerza, mostrando lo vulnerables que pueden ser nuestras organizaciones. A pesar de la falta de recursos experimentada en muchas jurisdicciones, es imperioso reconocer el esfuerzo de todos aquellos hombres y mujeres que han trabajado incansablemente para minimizar el contagio y sus efectos desastrosos en condiciones desafiantes.
A todos ustedes, “muchas gracias”.
A lo largo de su carrera, es posible que haya experimentado su versión de la parábola de Irving Zola. En la parábola, un hombre ve a alguien que baja por la corriente del río. El hombre salva a la primera persona en el agua solo para ser atraído al rescate de más personas que se están ahogando. Después de rescatar a muchos, el hombre se pregunta cómo sería si en lugar de seguir saltando al agua, salvando gente, tuviera tiempo para caminar río arriba y entender por qué tanta gente se ha caído al río. Como en los sistemas penitenciarios, la historia de Zola ilustra bien la tensión entre los mandatos de protección pública y la necesidad de responder a las emergencias (ayudando a las personas atrapadas en la corriente) y los mandatos de prevención y promoción (evitar que la gente caiga al río).
Tomarse el tiempo para buscar soluciones aguas arriba a menudo nos lleva a las causas fundamentales del problema y a comprender que los problemas complejos requieren soluciones colaborativas, basadas en la cooperación interinstitucional entre las partes interesadas de la Justicia Penal y entre estas y otros servicios gubernamentales.
A menudo, enfrentados con recursos limitados, se pidió a los responsables de administración penitenciaria que actuaran con rapidez en un contexto de alta incertidumbre: organizarse para producir y proporcionar equipos de protección individual para el personal y los reclusos; mejorar las condiciones de detención y la higiene de los establecimientos penitenciarios; adaptar y reajustar el trabajo del personal, incluidos los turnos del personal de primera línea y el trabajo remoto de otros; brindar capacitación y comunicación con el personal y los internos y sus familias, transmitiendo mensajes de las que nadie estaba seguro y que podrían cambiar al día siguiente; restringir los movimientos de los reclusos y los contactos externos, incluidas las vistas judiciales; suspender las visitas de familiares, las actividades de educación y formación; asegurar y gestionar las pruebas, las cuarentenas y el aislamiento; cuidar de los enfermos y de los muertos y sus familias; gestionar el proceso de vacunación, pero también implementar las medidas de seguridad y compensación para reducir la presión y la ansiedad que podrían poner en peligro la seguridad de todos.
Los cambios que hemos presenciado no tienen precedentes. En algunos meses, los servicios correccionales adoptaron soluciones que tardarían años o décadas en implementarse en circunstancias normales. La promoción y adopción de medidas alternativas al encarcelamiento, incluidos los indultos, el uso más amplio de sanciones comunitarias y monitoreo electrónico; la adopción del trabajo a distancia; la implementación o fortalecimiento de soluciones basadas en la tecnología que permitan a los reclusos estar en contacto frecuente con sus familias (comunicaciones telefónicas prolongadas y más frecuentes y videollamadas), la implementación de soluciones de visitación por video y audiencias virtuales con tribunales, el uso de telemedicina y educación a distancia, entre otros.
Debemos encontrar tiempo para reflexionar sobre cómo el uso de alternativas al encarcelamiento puede perdurar, más allá del período de crisis. Buscar el tiempo para repensar los regímenes y condiciones de detención existentes o imaginar nuevos futuros, adoptando nuevas formas de trabajar y trabajar juntos. Encuentre el tiempo para reflexionar sobre cómo adoptar la tecnología y los desafíos de la digitalización (para unos) o la transformación digital (para otros). Si no hacemos esto, habremos perdido la gran oportunidad que surgió del caos.
¿Estamos ahora mejor preparados para el futuro?
No tengo ninguna duda al respecto. Pero nuestra preparación dependerá de nuestra capacidad para asimilar e incorporar las lecciones que surgieron de la pandemia. Volver a la “normalidad” debería consistir en “normalizar” las nuevas prácticas. Debemos encontrar tiempo para reflexionar sobre cómo el uso de alternativas al encarcelamiento puede perdurar, más allá del período de crisis. Buscar el tiempo para repensar los regímenes y condiciones de detención existentes o imaginar nuevos futuros, adoptando nuevas formas de trabajar y trabajar juntos. Encuentre el tiempo para reflexionar sobre cómo adoptar la tecnología y los desafíos de la digitalización (para unos) o la transformación digital (para otros).
Si no hacemos esto, habremos perdido la gran oportunidad que surgió del caos.
En esta nueva edición de la revista JUSTICE TRENDS, hemos invitado al comisario Europeo de Justicia, ministros y secretarios de Justicia, directores generales, representantes de ONG’s y expertos de todo el mundo a compartir sus puntos de vista sobre cómo han enfrentado la pandemia y sus opiniones sobre el futuro.
Espero que disfrute leyendo.
Pedro das Neves
Director Ejecutivo IPS_Innovative Prison Systems Director de la revista JUSTICE TRENDS
pedro.neves@prisonsystems.eu
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