Comprender la radicalización, la seguridad dinámica y la inteligencia en las cárceles

En los últimos 10 años, los delincuentes extremistas violentos (1) (VEO, por sus siglas en inglés) han llevado a cabo varios incidentes análogos a alguna forma de extremismo, como la violencia relacionada con el islamismo y los movimientos antiinmigrantes (van Heelsum & Vermeulen, 2018).

Mientras que el segundo tipo de violencia – aunque no excusable ni justificable – es una forma de respuesta (2) de algunos individuos de extrema derecha de la sociedad occidental, el primero se asocia con individuos radicalizados que pretenden difundir su ideología a través de la violencia y el miedo, haciendo pública una escalada en un clima de terror.

Como es bien sabido, la frecuencia de estos actos violentos (ya sean frustrados o exitosos) ha tendido a aumentar en los últimos años, haciendo que los países tomen conciencia de la necesidad de instar al desarrollo de estrategias eficaces y actualizadas de prevención de la radicalización (3), en las que las cárceles tienen un “papel cada vez más destacado” (Martins & Ziegler, 2018, p. 325), especialmente porque se ha afirmado ampliamente que el reclutamiento de ideologías extremistas violentas y – en algunos casos – la planificación de ataques terroristas tuvieron sus orígenes primarios tras las rejas (Agencia Central de Inteligencia, 2002; Cilluffo, Saathoff, Lane, Cardash, Magarik, et al, 2006; Gobierno de Su Majestad [SM], 2013; Neumann, 2010).

Por lo tanto, no resulta sorprendente que las prisiones sean consideradas una de las tres áreas clave – además de las instituciones educativas e Internet – en las que debe centrarse la prevención de la radicalización (Martins & Ziegler, 2018).

Los entornos carcelarios tienden a servir de base para potenciar la radicalización, ya que no solo conducen al reclutamiento de reclusos por parte de individuos ya radicalizados o de VEO, sino que también se debe, en consecuencia, a que trabajan como base para fortalecer a los grupos extremistas desde la prisión y viceversa (es decir, obtener el apoyo de grupos extremistas fuera de la prisión) (Red de Concienciación sobre la Radicalización Prisión y Libertad Vigilada (Radicalisation Awareness Network Prison & Probation) [RAN P&P], 2016a).

Además, las prácticas incorrectas terminan preparando a las personas para legitimar actos ideológicos y violentos extremistas en un período posterior a la liberación, además de mejorar todo el proceso de radicalización al no abordar las frustraciones de los reclusos, los agravios y la ira general relacionada con el encarcelamiento, lo que, por lo tanto, conduce a una relación hostil (cada vez mayor) con el personal (RAN P&P, 2016a). 

Estas preocupaciones llevaron a las organizaciones (a saber, el Consejo de Europa [CdE]), las oficinas de las organizaciones intergubernamentales (a saber, la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito [ONUDD]) y las instituciones de la UE (a saber, la CE) a proporcionar orientación sobre cómo abordar eficazmente esta cuestión (CdE, 2016a; 2016b; ONUDD, 2016; RAN P&P, 2016a; Williams, 2017).

Una realidad en aumento

La radicalización dentro de las cárceles no es un fenómeno reciente, ya que se considera que son tan antiguas como lo son las cárceles (Hamm, 2011).

De hecho, este «efecto de radicalización» ha producido tanto opiniones extremistas positivas (por ejemplo, Gandhi) como negativas (por ejemplo, Hitler (4)), ya sean revolucionarias (por ejemplo, Mandela; Churchill) u opresivas (por ejemplo, Stalin) (Hamm, 2011; Silke, 2014a), lo que hace de la radicalización dentro de la cárcel una «espada de doble filo: la cárcel puede producir tanto luchadores por la libertad, que luchan por la justicia económica y social por medios no violentos, como terroristas, que utilizan la violencia para provocar un cambio en el orden social» (Hamm, 2013, p. 14).

Desafortunadamente, este último caso es bastante frecuente hoy en día, con varios casos de VEO que habían sufrido su proceso de radicalización mientras estaban encarcelados y habían intentado cometer ataques terroristas – algunos con éxito – tras su liberación, como Richard Reid (5), José Padilla (6), José Trashorras (7), Khalid Kelkal (8), Kevin James (9), Levar Washington (10), Kevin Gardner (11), Muktar Ibrahim (12), Chérif Kouachi (13), Amedy Coulibaly (14) y Abu Bakr al-Baghdadi (15).

Además de estos ejemplos, el caso de Ayman al-Zawahiri es ilustrativo de cómo la adopción de estrategias nulas o contraproducentes en la cárcel puede conducir o aumentar la predisposición a convertirse en un VEO, puesto que «ya era un radical antes (de entrar) en la cárcel, pero cuando salió, se había vuelto aún más comprometido con la causa y considerablemente más peligroso y poderoso.

Su experiencia en la cárcel solo sirvió para endurecer su fervor; se convirtió en un líder entre sus compañeros de prisión y en un prominente portavoz de la causa. Tras su liberación, asumió el liderazgo general de la Yihad islámica egipcia, comprometiendo a ese movimiento en una campaña de violencia extrema y, en última instancia, fusionando la organización con Al Qaeda en la década de los 90.

La prisión no reformó a Ayman al-Zawahiri, no lo rehabilitó y, ciertamente, no lo desradicalizó. Únicamente logró hacerlo más peligroso» (Silke, 2014b, p. 108).

Causas, estrategias de reclutamiento y dinámica asociada

Dentro de la cárcel, hay dos razones principales que propician el caldo de cultivo para que uno se radicalice o adopte prácticas extremistas violentas.

La primera se basa en el hecho de que las prisiones permiten la concentración de una amplia gama de tipologías delictivas junto con radicales y VEO, creando excelentes oportunidades para la interconexión y la transmisión de habilidades (Basra, Neumann y Brunner, 2016), ya que comienzan a formar «relaciones más estrechas, (…) redes cohesivas y refuerzo mutuo de creencias extremistas violentas» (ONUDD, 2016, p. 107).

En consecuencia, en lugar de contribuir a reducir «el riesgo de terrorismo, la prisión puede ayudar a producir una amenaza aún más grave al combinar el fervor ideológico de los terroristas con la energía y las habilidades criminales de los delincuentes comunes» (Neumann, 2010, p. 26).

En segundo lugar, las prisiones son conocidas como lugares de vulnerabilidad y pueden proporcionar condiciones favorables en las que individuos radicales, enmarcados por la religión, ven una oportunidad de involucrar a nuevos miembros en su ideología (Jones & Morales, 2012), fortaleciendo sus habilidades de grupo central y posiblemente expandiendo su gama de actividades, ponderando y evaluando su vulnerabilidad y probabilidad de adecuarse a su grupo extremista (Trujillo, Jordán, Gutiérrez, & González-Cabrera, 2009).

Mientras están encarcelados, los ideólogos radicales y los VEO pueden encontrar a varios jóvenes enojados y desilusionados que se encuentran en medio de una crisis existencial (Björkman, 2010) y a punto de ser fácilmente radicalizados, ya que «cuando una persona es encarcelada, es común que pase por traumas físicos y emocionales que pueden hacerla más vulnerable al reclutamiento» (Mulcahy, Merrington, & Bell, 2013, p. 7).

Por lo tanto, los reclusos experimentan una mezcla de aislamiento social y crisis personal, dos factores importantes que contribuyen a su capacidad de respuesta a los mensajes extremistas. Estos factores individuales, combinados con otros factores institucionales y sociales que caracterizan el entorno carcelario (por ejemplo, el hacinamiento, la privación, la violencia, la dinámica de grupo, el deseo de protección y la pertenencia), son generalmente aceptados como las raíces de la radicalización (Brandon, 2009b; Hamm, 2011; Mulcahy, Merrington y Bell, 2013; Silke y Veldhuis, 2017).

Educación y formación del personal penitenciario: una necesidad imperiosa

Los profesionales que, debido a la naturaleza intrínseca de su trabajo – como los profesionales de las prisiones, de libertad condicional y de otras fuerzas del orden –, deben estar en contacto directo con personas vulnerables, deberían recibir formación especializada y compartir sus experiencias profesionales con otros, a fin de mejorar la capacidad de estos posibles interventores para reconocer comportamientos radicales y hacer frente a las estrategias de prevención de la radicalización (Martins & Ziegler, 2018).

Este es un principio clave que todos los Estados miembros de la UE deberían adoptar, ya que varios de los actuales terroristas y VEO han sido, de hecho, criminales en el pasado.

Las sociedades de reclusos han ido experimentando la diversificación y la complejidad que ha marcado la evolución cultural de las sociedades europeas. Por lo tanto, una mayor comprensión y sensibilidad respecto de las normas, valores y expresiones religiosas y culturales son cada vez más importantes para una mejor relación entre el personal y los reclusos.

A pesar de que no es imperativamente necesario que los funcionarios de prisiones se conviertan en expertos en áreas de conocimiento relacionadas con la religión y la ideología, es muy deseable que estos miembros del personal tengan algún conocimiento de los antecedentes religiosos y culturales de las personas con las que trabajan diariamente.

Si los funcionarios de prisiones – y otros miembros del personal de primera línea – terminan prejuzgando, dando a conocer opiniones sesgadas, mostrando signos de animosidad, emitiendo evaluaciones inciertas o temiendo a los delincuentes, estas acciones pueden llevar a una amplia gama de interacciones negativas con ellos, a un exceso de delaciones – que conduce a declaraciones poco fiables –, creando (o enfatizando) un clima de sospecha y desconfianza mutua (Williams, 2017).

También se debe formar al personal para que comprenda las razones individuales, sociales y ambientales que pueden desencadenar el comportamiento de los reclusos. Con ello, se espera que la observación de indicadores y/o evidencias a simple vista se haga dentro del contexto más amplio de reconocer las huellas de vulnerabilidad de los reclusos y sus necesidades de apoyo adicional (es decir, el personal debe comprender el proceso de radicalización y no basarse en la tarea simplista de “buscar señales”).

Por lo tanto, la formación especializada debe estar dirigida a las distintas funciones del personal de acuerdo con la población carcelaria que se considera en riesgo de radicalización. Sin embargo, todos los profesionales que trabajan (in)directamente con esta población deberían tener a su disposición formación general (Williams, 2017).

Vigilancia de los reclusos, seguridad dinámica e inteligencia penitenciaria

Un enfoque de vigilancia eficaz es fundamental para identificar a los reclusos que corren el riesgo de radicalizarse y, en consecuencia, evitar que adopten un comportamiento extremista violento o sigan una ideología islámica radical.

Por lo tanto, el control debe enfocarse no solo en estos individuos (es decir, aquellos que se consideran en riesgo) sino también en los VEO/radicales que trabajan como personas influyentes/mentores, difundiendo su ideología a los reclusos vulnerables y fácilmente expuestos.

Teniendo en cuenta que la “gestión de los reclusos puede plantear problemas excepcionalmente difíciles en las prisiones y en los centros de libertad condicional” (Silke, 2014a, p. 3), la capacidad de distinguir fácilmente a los VEO de los delincuentes “ordinarios” debería ser triple (Hoffman, 2006).

Primero, por un lado, la mayoría de los delincuentes – al igual que los terroristas – ven la violencia como un medio ideal para alcanzar un objetivo específico y deseable, pero, por otro lado, su motivación es generalmente egoísta, lo que supone una visión claramente opuesta a la de los terroristas, cuyos propósitos son claramente altruistas y tienen por objeto servir “a un bien mayor para un público más amplio – ya sea real o imaginario – que él y su organización pretenden representar” (Hoffman, 2006, p. 37).

En segundo lugar, aunque el criminal “ordinario” no se centra en influir o afectar a la opinión pública, resulta absolutamente primordial cambiar el “sistema” desde el punto de vista de los terroristas.

Por último, mientras que los “delincuentes ordinarios” más excéntricos (16) son egocéntricos y profundamente personales, el propósito terrorista es político (es decir, pretende cambiar un sistema político a través de su acto violento). En resumen, se espera que estas razones aumenten la conciencia del personal de primera línea sobre la forma en que los VEO pueden diferir de la población carcelaria en general, ayudándoles a proporcionar una supervisión efectiva (Hoffman, 2006).

Como ya se ha comentado, los VEO mencionados tratarán de encontrar y llegar a los reclusos vulnerables, haciendo hincapié en la importancia de identificar a estas personas antes de su contacto con el primer grupo (es decir, participar en un proceso de radicalización).

La seguridad dinámica, un término introducido en el contexto carcelario en 1985 por Ian Dunbar (Drake, 2008), mejora el control de la población carcelaria y la rehabilitación al fomentar la calidad de las relaciones entre los actores penitenciarios (por ejemplo, personal penitenciario y reclusos).

Un importante apoyo que llevó al concepto de seguridad dinámica es el orden, que se ha definido como “el grado en que el entorno carcelario está estructurado, es estable, predecible y aceptable” (Liebling, 2004, p. 291). De hecho, “una prisión puede parecer ordenada en términos de su régimen, organización y prácticas, pero el orden puede lograrse mediante el control abierto y sin el (anterior) consentimiento de los reclusos” (Drake, 2008, p. 153). Teniendo en cuenta esta idea, la seguridad dinámica aparece realmente a través de un enfoque no consentido anteriormente y de tipo amistoso.

Mediante el ejercicio de una seguridad dinámica, el personal prioriza la creación y el mantenimiento de una comunicación e interacción diarias con los reclusos basada en la ética profesional y esas relaciones se caracterizan por la equidad, la decencia y la firmeza.

A fin de contribuir a la rehabilitación y a la preparación para la puesta en libertad, es preciso esforzarse por mantener a los reclusos ocupados con actividades constructivas y determinadas para lograr una reintegración satisfactoria en la sociedad.

Un aspecto fundamental de la seguridad dinámica es que tiene por objeto alimentar el sistema de inteligencia penitenciaria, ya que el personal penitenciario puede recopilar información pertinente de los reclusos durante las actividades rutinarias para que, posteriormente, puedan comunicarla a los profesionales y departamentos penitenciarios pertinentes.

El personal penitenciario puede recopilar información permaneciendo vigilante en todo momento, informando sobre cualquier cosa fuera de lo común y fomentando y creando relaciones profesionales de trabajo con los reclusos basadas, específicamente, en la confianza y el respeto.

El reto para los administradores de prisiones es, por lo tanto, garantizar que se adopten las medidas destinadas a prevenir, detectar y desbaratar la radicalización y el extremismo violento (ONUDD, 2016), velando por que se establezcan los procesos y procedimientos necesarios – incluidos los mecanismos internos de inteligencia y de cooperación interinstitucional – y por que se seleccione, apoye y capacite cuidadosamente al personal.

Fácil de decir… pero sigue suponiendo un reto ponerlo en práctica.


 

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Inteligencia penitenciaria: contribuciones de los tomadores de decisiones de Bélgica, Canadá y Argentina

 

 

1 Se considera que el extremismo violento es el proceso de “promover, apoyar o cometer actos de terrorismo dirigidos a defender una ideología política que defiende la supremacía racial, nacional, étnica o religiosa y que se opone a los principios y valores democráticos fundamentales de una sociedad determinada” (RAN P&P, 2016a, p.1).

2 Desde hace mucho tiempo, varios investigadores han declarado que la “violencia genera violencia” (por ejemplo, Braithwaite y Condon, 1978; Turković, 2006; Coroiu, 2016).

3 Se reconoce que la radicalización es “el proceso dinámico mediante el cual un individuo llega a aceptar el extremismo violento. Las razones detrás de este proceso pueden ser ideológicas, políticas, religiosas, sociales, económicas y/o personales. Hacemos hincapié en que ser radical no significa que una persona hará un seguimiento con la acción “(RAN P&P, 2016a, p. 1)

4 Adolf Hitler fue condenado a cinco años en la prisión de Landsberg después del fallido golpe del 8 de noviembre de 1923. De hecho, el gobernador de la prisión de Landsberg, Oberregierungsrat Leybold, comentó el excelente comportamiento de Hitler en la prisión al considerarle un “preso ordenado y disciplinado, no solo en su propia persona, pero también en referencia a sus compañeros de prisión, entre los cuales ha conservado la buena disciplina”(Silke, 2014, p. 119). Aquí también fue donde Hitler escribió o dictó el contenido de su infame libro antisemita Mein Kampf (Hitler, 1943), ya que consideraba la prisión como su “universidad pagada por el estado” (Kershaw, 1998, p. 240).

5 Intentó explotar el avión del vuelo de American Airlines (MIA-CDG) en 2001 / Convertido al Islam sunita mientras estaba encarcelado en una cárcel juvenil británica a mediados de la década de 1990 (Hamm, 2011) y radicalizado por clérigos que predicaron allí (Seper, 2004) .

6 Planearon un ataque con una bomba radiológica / Se convirtieron al Islam mientras estaban encarcelados en prisión e influenciados por un imán externo (Brandon, 2009a; Hamm, 2007).

7 Colocaron 13 bombas en mochila que mataron a 191 personas durante los atentados de la Estación de Atocha en Madrid / Se convirtieron a creencias fundamentalistas islámicas y se fueron reclutados en un grupo terrorista marroquí vinculado a Al Qaeda mientras estaban encarcelados a principios de los años 2000 (Cuthbertson, 2004).

8 Intentó bombardear un tren de alta velocidad (París-Lyon) e involucrarse en el asesinato de un imán moderado / Radicalizado mientras estaba encarcelado en una prisión francesa a principios de la década de 1990 (Neumann, 2010).

9 Contribuyó al ataque de varias estaciones de reclutamiento militar de Estados Unidos, sinagogas y otros objetivos / Durante su período de encarcelamiento desde mediados de la década de 1990 hasta mediados de la década de 2000, formó un grupo militante radical llamado Jam’yyat Il-Islam Is-Saheed (JIS – La Auténtica Asamblea de Dios) (Hamm, 2012).

10 Contribuyó al ataque de varias estaciones de reclutamiento militar de los EE. UU., Sinagogas y otros objetivos / Radicalizado por Kevin James (se encontró con él en prisión en 2004, se convirtió en su cómplice / miembro de JIS [Hamm, 2012]).

11 Planteó un ataque contra una base militar del ejército británico desde su celda en la cárcel / Se radicalizó durante su período de encarcelamiento (2006-07) en una cárcel para jóvenes inglesa (Neumann, 2010).

12 Líder de los ataques con bombas de 2005 en Londres que mataron a 56 personas / Comenzó su proceso de radicalización durante su período de encarcelamiento a mediados de la década de 1990, continuando el proceso en las mezquitas después de su liberación (Neumann, 2010).

13 Planificó y ejecutó el ataque al periódico satírico francés Charlie Hebdo en 2015 / Fue guiado y (aún más) radicalizado en prisión por Djamel Beghal, un reclutador de al-Qaeda (Chrisafis, 2015).

14 El cómplice de Chérif Kouachi que contribuyó al ataque al periódico satírico francés Charlie Hebdo en 2015 / Fue guiado y (aún más) radicalizado en prisión por Djamel Beghal, un reclutador de al-Qaeda (Chrisafis, 2015).

15 Jefe del grupo terrorista del Estado Islámico / Radicalizado durante su período de 4 años en el campamento Bucca (instalación estadounidense en el sur de Irak) (Chulov, 2014; Reuter, 2015).

16 “Asesinos locos” (Hoffman, 2006, p. 37).

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Autores: Pedro das Neves, Pedro Liberado & Susana Reis (IPS Innovative Prison Systems)


Referencias

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