por Robert Boraks
Encarcelamiento en Canadá
Estar encarcelado significa que el sistema de justicia ha considerado que un individuo debe ser separado de la sociedad por el hecho de que es una amenaza para la comunidad. Esto significa que las personas seleccionadas ya no tienen la libertad de trasladarse a donde deseen. A menudo significa que a la persona se le ha suprimido el poder de tomar decisiones individuales, como la selección de la comida, las horas de vigilia y las necesidades básicas como encender la luz, y este ha sido asumido por la sociedad.
Como una extensión de este control, también significa que la comunidad ha asumido la responsabilidad de la salud, seguridad y cuidado de estos individuos hasta el momento en que sean liberados. Esta es una responsabilidad que no se puede tomar a la ligera. En Canadá, todas las personas encarceladas entran en el sistema de detención provincial hasta que los tribunales hayan condenado o puesto en libertad al acusado.
Estas personas están actualmente clasificadas como en estado de prisión preventiva y normalmente son tratadas como amenazas de máxima seguridad. Si las personas son condenadas a menos de dos años de prisión, permanecen en el sistema provincial. Si son condenadas a más de dos años, entran en el sistema federal.
El porcentaje de individuos en prisión preventiva que son condenados al sistema federal y que posteriormente se clasifican como una amenaza de máxima seguridad es menos del 1% de la población en prisión preventiva.
La duración media de la estancia de los reclusos (ALOS, por sus siglas en inglés) en los sistemas provinciales es corta. En Ontario, la duración media, incluida la de las personas condenadas, es de 31 días. Cabe señalar que muchos funcionarios penitenciarios trabajan en las cárceles durante más de 30 años, lo que plantea la pregunta de quiénes son los verdaderos condenados a cadena perpetua.
Tendencias correctivas que podemos esperar en el futuro
Normalización
No es normal que los adultos duerman en literas, que compartan con un extraño un inodoro de acero abierto en su dormitorio, o que sean sometidos a cacheos al desnudo cada vez que uno vuelve a entrar al establecimiento. No es normal tener un acceso limitado al aire fresco o tener pocas opciones cuando se trata de las acciones humanas más básicas. Estos escenarios son típicos de la mayoría de las instalaciones provinciales, especialmente las instalaciones de prisión preventiva.
Durante muchos años, el sistema federal canadiense ha funcionado bajo una premisa diferente, según la cual las personas encarceladas son colocadas en los entornos menos restrictivos basados en el comportamiento y la clasificación de la persona. El Servicio Correccional de Canadá proporciona hasta siete niveles graduados de entornos de seguridad. Si bien existen estrictos niveles de máxima seguridad, los niveles más bajos de seguridad otorgan a los reclusos un nivel significativo de autonomía y dignidad. En estas situaciones, la vivienda es similar a lo que uno esperaría en un dormitorio universitario. Podemos esperar que se introduzcan entornos de seguridad graduados similares en los centros provinciales de prisión preventiva.
La tendencia a la normalización se basa en la creencia de que las prisiones deben reflejar los mejores valores de la sociedad. No hay razón para disminuir la dignidad ni de los reclusos ni de los funcionarios cuando se suprime el derecho de circulación. La normalización ha demostrado ser más eficaz, menos costosa y apoyada por la mayoría de los funcionarios de prisiones.
Aprovechamiento de la tecnología
La experiencia ha demostrado que los establecimientos penitenciarios provinciales han sido pioneros en materia de integración electrónica, incluso más que los hospitales. Prácticamente todos los dispositivos electrónicos se controlan a través de plataformas integradas y fáciles de usar. Podemos esperar que este proceso evolucione hasta el punto en que los oficiales puedan controlar la seguridad y los sistemas del edificio a través de tabletas inalámbricas de mano. Cada celda será «inteligente».
El ser inteligentes permitirá a los reclusos controlar (con control manual) muchas de las funciones ambientales, incluyendo la iluminación, las comunicaciones, el control de la temperatura y, hasta cierto punto, el movimiento. Los escáneres corporales reducirán la necesidad de registros corporales al desnudo.
Participación en la comunidad
Cada vez hay más conciencia de que las prisiones no deben ser el final del camino, un lugar de miedo y un lugar de último recurso. Por el contrario, las prisiones forman parte de la comunidad que presta un servicio, del mismo modo que las bibliotecas y los hospitales prestan servicios. Las prisiones no permiten que los reclusos abandonen las instalaciones, pero eso no debe significar que la comunidad no pueda entrar en ellas.
La comunidad prestará cada vez más servicios sociales y de salud en las cárceles. Los funcionarios de prisiones no están capacitados para ser psicólogos, dentistas, maestros o soldadores. Conscientes de ello, veremos que las prisiones se diseñan cada vez más como extensiones de la comunidad, combinando de manera efectiva los servicios y la seguridad. La prestación de servicios de salud, sociales y educativos estará a cargo de sus respectivos ministerios, y no de los servicios correccionales.
¿Cómo serán las prisiones en el futuro?
En el futuro, será difícil distinguir el «aspecto» de un hospital o de una escuela del de una prisión. Todas las habitaciones serán individuales con baño privado. Las unidades escalonadas desaparecerán. Los reclusos tendrán la oportunidad de tener un control limitado del acceso y la entrada a sus habitaciones.
Las unidades de vivienda serán lineales. Las vistas naturales y la luz ocuparán un lugar destacado en el diseño. Los servicios se descentralizarán en la mayor medida posible. Las cárceles se convertirán en lugares de refugio para los encarcelados. Lo que es de igual importancia, las prisiones se convertirán en entornos de trabajo atractivos y dignos para el personal.
* El Rankin Inlet Healing Center alberga a personas condenadas y sentenciadas, todas ellas indígenas. Se trata de un centro con 48 camas. La gran mayoría del centro se considera de seguridad media. Se le llama “centro de curación” (Healing Center, en inglés) debido al hecho de que la cultura Inuk tradicional considera que la gente transgrede la ley debido a una enfermedad. Por esta razón, la curación, tanto de la persona condenada como de la comunidad, debe tener lugar para asegurar que se restablezca el orden.
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Robert Boraks es un galardonado arquitecto, director de Parkin Architects Limited y profesor visitante de la Escuela de Arquitectura Azrieli de la Universidad de Carleton. Es el principal diseñador de justicia de Parkin y es un orador frecuente en conferencias internacionales.