La epidemia oculta: El crimen organizado en las cárceles y la amenaza a la seguridad ciudadana

La amenaza en el interior

Las cárceles están diseñadas para ser instituciones de justicia, rehabilitación y seguridad pública. Sin embargo, vemos cuán vulnerables son a la actividad del crimen organizado y de los grupos extremistas que comprometen su seguridad y ponen en peligro a la sociedad en general. 
 

Este tema, que a menudo se centra en los síntomas de un problema mayor, puede no aparecer en los titulares de los periódicos con tanta frecuencia como otros desafíos penitenciarios, pero esta epidemia silenciosa exige nuestra atención. Mientras la sociedad se enfrenta a la violencia basada en ideologías y a las redes delictivas que tejen cada vez más sus redes entre rejas, es crucial comprender la importancia de prevenir y contrarrestar el extremismo y el crimen organizado dentro de los muros de las cárceles.

El extremismo violento y la infiltración del crimen organizado dentro de las cárceles amenazan la esencia misma de los centros penitenciarios. En lugar de ser lugares donde se rehabilita a los delincuentes y se les disuade de seguir delinquiendo, las cárceles se convierten a menudo en campos de entrenamiento para nuevas actividades delictivas. 
 
En todo el mundo, las bandas y los sindicatos del crimen organizado encuentran un terreno fértil en la población penitenciaria, reclutando miembros, tramando delitos e incluso dirigiendo operaciones en el exterior.

Implicaciones para la seguridad en las cárceles

La delincuencia organizada pone en peligro la seguridad tanto de los reclusos como del personal penitenciario. Los funcionarios de cárceles se enfrentan a la desalentadora tarea de tratar no sólo con delincuentes individuales, sino también con sofisticadas redes que pueden movilizar el poder colectivo contra las amenazas percibidas, ya sean grupos rivales o el propio sistema penitenciario.

La violencia relacionada con las pandillas suele ser más grave e indiscriminada que otros tipos de altercados en prisión. Esto supone un riesgo directo para los encarcelados, que pueden quedar atrapados en el fuego cruzado, y para el personal penitenciario, que a menudo se encuentra en inferioridad numérica y es vulnerable a las amenazas y la intimidación.
 
Además, la presencia de la delincuencia organizada influye en la economía penitenciaria. El contrabando, desde drogas hasta teléfonos móviles, inunda las cárceles, exacerbando los problemas de adicción, permitiendo la comunicación ilegal con redes externas y alimentando la dinámica de poder dentro de los muros de la prisión.

El efecto dominó en la sociedad

La delincuencia organizada en las cárceles no se queda sólo entre rejas. A menudo, estos grupos delictivos mantienen o incluso refuerzan sus operaciones externas desde dentro, coordinando actividades ilícitas, orquestando golpes o dirigiendo tramas de fraude. Esto significa que, paradójicamente, encarcelar a miembros de la delincuencia organizada a veces puede potenciar a estos grupos en lugar de debilitarlos. 

 
Sin políticas, programas e intervenciones de rehabilitación y reinserción basados en evidencias y centrados en necesidades específicas y perfiles individuales, los reclusos liberados de entornos en los que prolifera la actividad delictiva organizada tienen más probabilidades de volver a delinquir, perpetuando un ciclo de delincuencia y reincidencia. Esto no sólo socava el objetivo rehabilitador de las cárceles, sino que también supone una amenaza directa para la seguridad ciudadana.

El camino a seguir

La experiencia de países que han abordado con éxito este fenómeno demuestra la necesidad de un enfoque polifacético: 

i) deben establecerse sólidas unidades de inteligencia para identificar a los actores clave de la delincuencia organizada, mapear sus redes y comprender su modus operandi; 

ii) las prácticas de seguridad dinámica y la aplicación de tecnologías como los sistemas telefónicos seguros y legales, la interferencia o bloqueo de teléfonos móviles, las cámaras de vigilancia inteligentes y la detección del contrabando pueden limitar la capacidad de actuación de la delincuencia organizada; 

iii) la inversión en la evaluación de riesgos y necesidades individuales y en programas de rehabilitación y educación que aborden las causas profundas de la delincuencia y ofrezcan a los reclusos vías tangibles para ganarse la vida legalmente puede disminuir el atractivo de la delincuencia organizada y de las organizaciones extremistas; 

iv) la colaboración entre las instituciones penitenciarias y de libertad condicional, las comunidades locales y las ONG puede ayudar a controlar y reintegrar a los ex delincuentes, reduciendo el riesgo de reincidencia.

¿Cuál es la posición de su organización en la prevención y la lucha contra el extremismo y la delincuencia organizada?

Más allá de las opiniones de expertos destacados, esta edición presenta la perspectiva de responsables de la toma de decisiones sobre la implementación de avances en sus sistemas de justicia y cómo las soluciones adoptadas han beneficiado tanto a los reclusos como al personal penitenciario.
 
La lucha contra el extremismo y el crimen organizado en las cárceles no solo se trata de proteger a los reclusos y al personal penitenciario, sino de garantizar la seguridad de la sociedad y afirmar los principios de justicia y rehabilitación. Estrategias proactivas son esenciales para evitar que las cárceles se conviertan en rehenes de la delincuencia.
 

Les deseo una lectura inspiradora.

Pedro das Neves

Director Ejecutivo IPS_Innovative Prison Systems

Director de la revista JUSTICE TRENDS

pedro.neves@prisonsystems.eu

Publicidad

Gustar/ Compartir:
More stories
“Changing Lives”: La solución digital de Irlanda del Norte para involucrar a las personas bajo libertad condicional