Web_Interviews_James-Bonta_900x950(2)

Riesgo-Necesidad-Responsividad: cómo el modelo RNR marca la diferencia en la seguridad pública

Entrevista

James Bonta

Riesgo-Necesidad-Responsividad: cómo el modelo RNR marca la diferencia en la seguridad pública

El Dr. James Bonta es un autor contemporáneo de renombre mundial en rehabilitación de delincuentes. Es coautor del libro que ofrece el modelo Riesgo-Necesidad-Resposividad (RNR) de evaluación y tratamiento de delincuentes que ha dirigido los desarrollos en los sistemas penitenciarios y de libertad condicional en todo el mundo. Esta entrevista explora diferentes temas, incluidos los puntos de vista del Dr. Bonta sobre por qué algunas administraciones correccionales podrían estar aplicando incorrectamente el modelo RNR.

¿Qué le llevó a dedicarse profesionalmente al ámbito penal? ¿Qué
fue lo que le interesó?

JB: Muy pronto, cuando todavía era estudiante de licenciatura, me interesé por jóvenes difíciles de gestionar. Hice voluntariado con niños que tenían trastornos de conducta y con sus familias.

Mientras lo hacía, fui contratado para llevar a cabo test psicométricos para el tribunal de menores, y también tuve un empleo a tiempo parcial en un centro de menores. (Cuando las familias no podían manejar a sus hijos, el tribunal tenía que asumirlos y los enviaba al denominado centro de menores).

Después fui admitido en la Universidad de Ottawa para realizar mi doctorado en psicología clínica, para el que se me exigía un año de experiencia laboral como mínimo. Así es como me impliqué en el trabajo en el centro y el tribunal de menores.

En este momento, inicié un estudio de investigación sobre la toma de decisiones entre los jueces de los tribunales de menores, y busqué a alguien que revisase mi informe final. Mi supervisor de tesis en la Universidad de Ottawa era un buen amigo de Don Andrews, quien llevo a cabo la revisión externa. Así fue como lo conocí.

Entonces, al finalizar mi doctorado, Paul Gendreau, el psicólogo regional, me contrató para trabajar a tiempo parcial en un centro de detención de máxima seguridad en Ottawa. Al graduarme, en 1979, pasé a trabajar a jornada completa, y el departamento se fue creando.

Allí llegué a ser psicólogo jefe y creé el único departamento de Psicología existente en un centro de detención de Canadá. Normalmente en las prisiones hay departamentos de psicología, pero este era para personas que estaban a la espera de juicio o a las que se acababa de condenar.

Aquí es donde empecé a hacer investigación sobre el Inventario de Nivel de Servicio (LSI, por sus siglas en inglés).

Don Andrews ya lo estaba desarrollando en la libertad condicional, y yo empecé a aplicarlo en los reclusos. Una vez que salían de la prisión yo les hacía seguimiento y hacía los estudios de validez.

Mi interés por el ámbito penal empezó pronto, y tuve la suerte de tener a mi alcance, en Ottawa, a todas las personas que eran alguien en el ámbito de la rehabilitación: Paul Gendreau, Don Andrews, Steve Wormith y Bob Ross.

Nos reuníamos con frecuencia y su apoyo simplemente reforzó mi compromiso con este ámbito.

Las personas con quienes me asociaba eran todos psicólogos, y no tenía sentido decir que la rehabilitación era ineficaz.

 JT: Si bien el grueso de su investigación no se limita al modelo RNR, quizás sea este el que adquiere mayor prominencia en el ámbito correccional mundial ya que se ha utilizado sistemáticamente para evaluar y rehabilitar a delincuentes en todo el mundo.

¿En qué contexto se activó el desarrollo del modelo RNR?

JB: Empecé a trabajar en el centro de detención en 1976, dos años después del informe de Martinson, sobre su revisión de la literatura en materia de rehabilitación, que, esencialmente, lanzó el movimiento «Nothing Works» (nada funciona).

Las personas con quienes me asociaba eran todos psicólogos, y no tenía sentido decir que la rehabilitación era ineficaz. ¿Hay algo especial en los delincuentes que les impida aprender nuevas conductas?

Desde la psicología general, llegamos a conocer cómo aprenden las personas; sabemos que la depresión y la ansiedad tienen tratamiento. Claro que, desde la perspectiva del tratamiento, puedes hacer algo positivo con los delincuentes.

El mero castigo resultó en el movimiento «Get Tough» (“mano dura”), y, como psicólogo, a eso tampoco le veo el sentido. Sabemos que el castigo puede disuadir un cierto comportamiento, pero solo en condiciones específicas. Y el castigo no puede enseñar conductas nuevas.

Teníamos que responder a la tesis de «Nothing works». Paul Gendreau y Bob Ross escribieron revisiones de la narrativa que mostraban que, en ciertas circunstancias, el tratamiento puede funcionar.

Con Don Andrews y Bob Hogue emprendimos una revisión de la literatura para determinar qué es esencial para que los programas de tratamiento funcionen, porque no todos son ineficaces. Algunos funcionan. ¿Y qué tienen de especial? Fue entonces cuando, en 1990, presenté el artículo sobre Riesgo-Necesidad-Resposividad, el modelo RNR.

Vimos patrones específicos en los programas de tratamiento eficaces. Estaban relacionados con la adecuación de los servicios a los riesgos, el enfoque en las necesidades criminogénicas y el uso de intervenciones cognitivo-conductuales.

Mostramos la evidencia en otro artículo publicado seis meses más tarde, un metaanálisis de programas de tratamiento. Pusimos de relieve que los programas que siguen dichos principios se asociaban a una reducción importante de la reincidencia.

Web_James-Bonta_Ilustrativas1_900x600

¿En qué medida esperaban alcanzar tanta atención y éxito a nivel
internacional con su libro y el modelo RNR en particular?

JB: No teníamos ni idea de adónde llegaríamos.

A lo largo de los años, no solo hemos escrito para apoyar el modelo. También fue importante cuando otros investigadores también empezaron a examinar estos principios y encontraron base empírica. Cuando otros empezaron a verlo, más allá de los propios autores, el modelo empezó a coger impulso.

Fue aplicándose gradualmente, especialmente en el desarrollo del Instrumento de Nivel de Servicio, porque era fácil de aplicar y estaba claramente vinculado al modelo RNR.

Si usted va a seguir los principios RNR, la primera cosa que tiene que hacer es disponer de un buen método para evaluar el riesgo si lo que quiere hacer es asociar el servicio con el riesgo. No se trata simplemente de medir factores de riesgo estáticos sino también necesidades criminogénicas.

Los Inventarios de Nivel de Servicio demostraron que es posible medir de un modo fiable el riesgo y las necesidades. Ello proporcionó a los organismos penitenciarios y de supervisión una herramienta para alinear mejor los servicios que prestaban con el proceso de evaluación.

¿Le parece que el modelo RNR y los principios de la psicología de la conducta criminal están bien interpretados y aplicados por la mayoría de los sistemas correccionales y sus profesionales?

JB: Creo que, desde el punto de vista académico, existen diversos problemas. El modelo RNR ha recibido críticas por centrarse demasiado en el riesgo e ignorar las fortalezas. Sin embargo, muchos detractores del RNR no han leído todo el modelo atentamente. Se han detenido en el artículo de 1990 que se refiere a cuatro principios.

Sin embargo, desde entonces, y a medida que hemos aprendido más y más sobre la eficacia del tratamiento, hemos incorporado nuevos principios. Si usted se fija en «Psychology of Criminal Conduct», ya en la sexta edición, los principios son quince e incluyen fortalezas y factores organizativos. Invitaría a quienes han criticado el modelo RNR a leer todo el texto con más atención.

Ahora: ¿se está aplicando bien? Creo que hay mucho margen de mejora para una gran parte.

Hicimos un estudio hace veinte años con un organismo provincial, para ver qué hacían los funcionarios de la libertad condicional con sus clientes y si seguían los principios RNR. Aunque dicho organismo tenía la política de seguir los principios de riesgo y necesidad, vimos que no los estaban siguiendo muy bien. Y, de hecho, no se ocupaban de las necesidades criminogénicas.

Cuando observamos los grupos de control de nuestros estudios sobre la Iniciativa Estratégica de Formación en la Supervisión Comunitaria (STICS), que hicimos con los funcionarios de libertad condicional, vemos que no siguen los principios si no cuentan con formación específica sobre los principios RNR.

Si echamos un vistazo a la literatura más amplia, vemos que los funcionarios de libertad condicional/vigilada dedican mucho tiempo a labores administrativas y a la aplicación de la ley, para ver si los clientes cumplen las condiciones.

Así que, desafortunadamente, no creo que los principios se están aplicando muy bien. Pero el lado positivo es que, con la formación adecuada, los funcionarios pueden seguir los principios y hacerlo bien.

La primera sugerencia que haría a los directores generales de los organismos correccionales es que admitan que no son perfectos. He estado en muchos lugares, dando conferencias y charlas, y todos dicen: «¡Oh, esto ya lo hacemos»! Les propondría que se lo miren bien y que aporten pruebas de que realmente lo hacen. Una vez que admites que tienes un problema, dedica recursos a averiguar dónde se encuentra el problema.

He dedicado los últimos diez años de mi investigación a la formación de los funcionarios de libertad condicional. Porque en Canadá, cuando se te contrata como funcionario de libertad condicional, tu formación consiste en comprender el Código penal, cómo escribir un informe previo a la condena, aplicar una infracción y acudir ante el tribunal.

La formación sobre las habilidades de intervención cara a cara es escasa o nula. «Mi cliente viene a mi oficina. ¿Cómo me acerco a él? ¿Cómo le hablo? Si este cliente tiene un pensamiento y actitud proclives a delinquir, ¿cómo cambio esto?» Esto es lo que se necesita. Porque, si lo que se quiere es reducir la reincidencia, la única manera de hacerlo es enseñar a los clientes cómo pueden ser más tendentes a la vida en sociedad. No lo harán por sí mismos.

Así que, el primer paso radica en reconocer que si el personal puede seguir nuestro modelo más estrictamente, puede conseguirse una diferencia notable en la seguridad de la comunidad.

El mejor ejemplo que tengo hasta ahora sobre una organización que sigue este enfoque de tres pasos lo encontramos en la provincia de Columbia Británica, donde aplicamos STICS.

Se trata de un programa formativo para enseñar a los funcionarios de libertad condicional cómo seguir el principio del riesgo, abordar las necesidades criminogénicas y hacer que el pensamiento delictivo pase a ser más tendente a la vida en sociedad.

Cuando presenté el estudio en este organismo provincial, me dijeron que creían en el modelo RNR y reconocieron su importancia.

Se mostraron dispuestos a trabajar conmigo y con Seguridad Pública Canadá (Public Safety Canada) para hacerlo realidad y se comprometieron a aportar los recursos necesarios. Recibieron unos cuantos millones de dólares adicionales de su Consejo del Tesoro para asegurarse de que este proyecto llegaría a buen puerto.
Lo ejecutamos e impartimos formación para 350 funcionarios de libertad condicional. También preparamos a algunos de dichos funcionarios para ser formadores en el futuro. A continuación, supervisamos atentamente a los funcionarios con sesiones grabadas, y vimos que los resultados eran muy positivos.

Hubo una reducción en la reincidencia en general y, en particular, en la reincidencia violenta. Y esta organización ha mantenido su calidad. Su nivel de compromiso es muy elevado. Incluso hoy, me reúno regularmente por videoconferencia con el director de servicios comunitarios de dicha provincia, para comprobar cómo va y qué hacen para asegurar el nivel de calidad.

En muchos lugares del planeta, algunos directores generales [de servicios correccionales] dicen «Me gusta esta presentación; haremos lo mismo aquí». Y lo hacen durante uno o dos años, pero después se olvidan. Lo pierden de vista. Parece del todo esencial tener un compromiso de largo plazo.

También trabajamos con Suecia, que aplicó STICS en todo su servicio. Formaron a 700 funcionarios de libertad condicional en menos tiempo que el que nosotros dedicamos a los 350 funcionarios de Columbia Británica. Mis colegas y yo fuimos ahí para formar a un grupo inicial de cuarenta personas, pero no participamos en el resto de la aplicación.

Y sus resultados no fueron tan positivos como los que obtuvimos en Columbia Británica, y no sé con seguridad qué sucedió ni cómo se podría haber hecho mejor.

Un artículo de investigación de 2020, publicado en Criminal Justice and Behavior, presenta algunas de las razones por las que no obtuvieron resultados más sólidos.

También hicieron grabaciones de audio y vieron que, tras la formación, las habilidades de los funcionarios de la libertad condicional habían mejorado. Sin embargo, transcurridos seis meses, retrocedieron.
Existe un problema en relación con el tipo de apoyo continuo existente para mantener las habilidades activas y mejorando. Cuando hicimos el estudio en Columbia Británica, los funcionarios de libertad condicional tenían que asistir a reuniones mensuales, presentar dos registros de audio para recibir comentarios y hacer sesiones de recordatorio cada año.

Nuestro parecer es que no se puede aprender cómo hacer reestructuración cognitiva después de asistir a una formación. Un taller puede revitalizar a la gente, y esta aprende algo. Con todo, necesitan continuar con el desarrollo profesional para mejorar sus habilidades.

En Dinamarca también se desarrolló algo parecido a STICS. Hace unos años, enviaron unas cuantas personas a Canadá para ver cómo impartíamos la formación. Les facilitamos los manuales y todo cuanto necesitarían para adaptarlos. Hasta donde sé, en el pasado hicieron formación, pero no ha habido evaluación, por lo que no sé cómo fue.

He estado muy implicado en el desarrollo de los instrumentos de riesgo/necesidad de Nivel de Servicio, utilizados en muchas jurisdicciones de Canadá y Estados Unidos. En Europa, Dinamarca, Escocia e Irlanda también utilizan el Inventario de Nivel de Servicio.
En términos generales, podemos decir que hay interés en las evaluaciones de riesgo/necesidades que se han desarrollado a partir del modelo RNR en todo el mundo, incluidos Singapur, Hong Kong, Chile y Australia.

Desde su punto de vista, ¿qué importancia tienen los modelos e instrumentos para evaluar y tratar a los delincuentes? ¿Y cuáles son las implicaciones de su uso para profesionales de prisiones y libertad condicional?

JB: Necesitamos contar con una evaluación de riesgo/necesidades fiable y válida. Si no se tiene, no es posible albergar ninguna esperanza de eficacia en la reducción de la reincidencia. Es esencial.

El principio del riesgo indica que se deben prestar servicios intensivos a los individuos de mayor riesgo, sin dedicar el tiempo al riesgo bajo. Pero, si no dispones de un instrumento de evaluación de riesgos que permita diferenciar entre riesgo bajo, alto y medio, ¿cómo puedes hacer algo? Ha habido muchos programas que pondrían a los clientes en tratamiento con independencia del nivel de riesgo. No tiene sentido.

Creo firmemente en los programas de rehabilitación; los defiendo y los promuevo. Muchas jurisdicciones han implementado evaluaciones de riesgo, pero son instrumentos de riesgo estáticos. Pueden utilizarse para seguir el principio del riesgo, pero no sirven para orientar en los programas de tratamiento. Aquí es donde resulta necesario evaluar las necesidades criminogénicas.

Quizás se quieran evaluar las necesidades no criminogénicas; la depresión y la ansiedad, por ejemplo. Puede ser importante para suministrar tratamiento desde el punto de vista de la capacidad de respuesta. Aun y así, como mínimo, será necesario evaluar las necesidades criminogénicas.

Por esto, en la década de 1980, desarrollamos el LSI. Fue uno de los primeros instrumentos que evaluó tanto el riesgo como las necesidades criminogénicas de un modo válido. Para mí, la evaluación no tiene que servir para decidir quién es excarcelado y quién ingresa en una prisión de máxima seguridad. Son importantes; se debe hacer. Sin embargo, tal como yo lo veo, la evaluación sirve para informar la programación del tratamiento. No es necesario ser psicólogo para administrar estos instrumentos. No se trata de listas de verificación de psicopatías que deban rellenarse.

En Dinamarca, en Escocia o Canadá, los funcionarios de libertad condicional y de clasificación administran estos instrumentos después de recibir formación. En nuestro país, el requisito mínimo para ocupar estos cargos es tener un título universitario. Se puede hacer con personas que no sean psicólogos, que pueden aprenderlo y hacerlo bien.

En la implementación de nuevos programas formativos, lo difícil se encuentra en la fidelidad a la intención del programa. Y esto también requiere recursos. Exige supervisión constante y no perder de vista el objetivo.

 JT: Han transcurrido casi tres décadas desde que desarrolló, en colaboración, el modelo y los principios destacados en «The Psychology of Criminal Conduct». Hasta ahora, se han publicado seis ediciones del libro; desde 1994.

¿Cómo ha evolucionado el cuerpo de evidencia científica que usted lideró a lo largo de los años, y qué avances vería bien, dada la realidad y las dificultades del mundo actual?

JB: Acabo de firmar un contrato para la séptima edición. Agradezco y espero las críticas de personas que destacan áreas que deberían reforzarse, hacerlas más útiles e informativas.

Veo un incremento positivo en la atención a la formación para los funcionarios de libertad condicional en «What Works». Desarrollamos STICS en Canadá, pero en otros países hay programas de formación que, en cierto modo, son un spinoff de STICS.

Cada vez son más las áreas que se dan cuenta de que las organizaciones necesitan ir más allá de la formación para los funcionarios de libertad condicional en habilidades administrativas, y los forman para que adquieran habilidades que realmente marquen la diferencia.

El gran reto es la aplicación a gran escala. Resulta relativamente fácil llevar a cabo un pequeño experimento aleatorizado que muestre que lo que haces es distinto.

Además, en la implementación de nuevos programas formativos, lo difícil se encuentra en la fidelidad a la intención del programa. Y esto también requiere recursos. Exige supervisión constante y no perder de vista el objetivo.

Será un problema que mantendrá a todo el mundo ocupado durante mucho tiempo y hará trabajar a los investigadores. Y con el tiempo veremos si podemos hacerlo mejor y mejor.

La séptima edición seguirá una estructura básica idéntica a la sexta. Escribí el libro en 2015 y, sin lugar a dudas, ha habido mucha investigación desde entonces. Se actualizará y estará al día.

Además, dedicaré más tiempo a hablar sobre la cuestión del trauma y su relación con la evaluación de riesgos y el tratamiento. También quiero dar más importancia a las mujeres delincuentes y los grupos minoritarios.

Dr James Bonta

Doctor (Psicología Clínica), coautor de «The Psychology of Criminal Conduct» (Modelo RNR), Canadá

El Dr. James Bonta se doctoró en Psicología Clínica en la Universidad de Ottawa, en 1979. Empezó como psicólogo y acabó siendo psicólogo jefe en el Centro de Detención de Ottawa-Carleton, Canadá. Bonta ha desempeñado diversos cargos académicos a lo largo de su trayectoria profesional y fue miembro del los consejos editoriales del Canadian Journal of Criminology y de Criminal Justice and Behavior. Ha obtenido diversos reconocimientos, incluidos el Premio a la Contribución a la Carrera de la Sección de Justicia penal de la Asociación Canadiense de Psicología(2009), la Diamond Jubilee Medal de la Reina Isabel II (2012), el Premio de Servicios Correccionales Maud Booth (2015) y el Premio Correcciones Comunitarias de la ICPA (2015).
Entre 1990 y 2015, el doctor Bonta ejerció como director de Investigación sobre Centros Penitenciarios en Public Safety Canada.

Gustar/ Compartir:
More stories
Malasia adopta un enfoque holístico para rehabilitar a los delincuentes extremistas violentos